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EL PORQUE DE LOS ALTOS PRECIOS DEL ARROZ.

Villavicencio, 26 de Febrero de 2015

Eudoro Alvarez Cohecha

No se puede engendrar una criatura y después empeñarse en desconocerla; esa parece ser la actitud del gobierno nacional frente a la escalada en los precios del arroz, que desde diciembre del año pasado hasta febrero del corriente, no han cesado de subir; las amas de casa han tenido que desembolsar casi el doble por tan básico producto del consumo popular, en poco menos de dos meses.

El ministro de agricultura perora “o bajan los precios o hacemos que los bajen” y agrega: ”hay una gran cantidad de comercializadores que son los que, en mi concepto, vienen aprovechándose de una supuesta escasez, que nunca fue cierta” y desmontándose así por las orejas,  omite un análisis serio de la situación.

La tendencia dominante durante las últimas dos décadas es a disminuir las áreas arroceras en Colombia; han ocurrido procesos y fenómenos que explican tal hecho y que ayudan a esclarecer lo de los altos precios actuales.

En verdad hay una concentración de la actividad molinera y en el caso del Meta son visibles los traslados en el uso de sus terrenos y equipamientos. La agroindustria ha cambiado hacia ventas de vehículos, arrendamientos a la industria petrolera, alquileres a la gran industria molinera, elefantes blancos con menoscabo del erario público, hasta salones para cultos religiosos; sobreviven con dificultad 3 industrias medianas y el resto está en poder del monopolio que ha venido creciendo sin que la Superintendencia de Industria y   Comercio haya tomado cartas serias  en el asunto.

Agréguese la inoperatividad del gobierno en el control de precios de insumos y combustibles necesarios para la actividad; Se anuncia un día que van a hacer bajar los insumos y la tendencia visible es al alza de los mismos.

El sistema de investigación deteriorado desde que se desmembró del ICA a CORPOICA, no es capaz de responder a los problemas sanitarios que se presentan y los agricultores tiene que navegar sin rumbo, acosados por los vendedores de insumos, que ante la carencia de evidencias científicas, ”investigan” y generan recomendaciones más interesadas en vender que en resolver los problemas sanitarios que afectan al cultivo. Esto sumado a una asistencia técnica “financiada” por los mismos expendedores de agroquímicos.

La firma ininterrumpida de TLC, que someten a la producción nacional a una competencia desigual, y los deberes del estado para mejorar la competitividad son reemplazados por discursos sosos e incumplimientos de   acuerdos con los productores. “La producción de alimentos gozará de la especial protección del Estado”, según el artículo 65 de nuestro máximo ordenamiento legal, parece adorno inútil, sin dolientes en el gobierno.

En su momento la devaluación del dólar, producto de una política cambiaria que dejó en manos del mercado – Léase de los especuladores -, el precio de nuestra moneda, abarató los productos importados y atizado por el lavado de dólares se disparó el contrabando, agregando nuevos factores de desestimulo a la producción.

Los problemas enumerados, combinados de diferentes formas, generaron la impagable deuda de más de 150,000 mil millones de pesos que tiene bajo grave amenaza de ruina y sustracción de patrimonios enteros; inexplicablemente continúa pendiente de un trámite administrativo, la reglamentación de una ley que luego de 8 meses de expedida sigue sin un decreto que viabilice los alivios crediticios.

Ahora, Con el desplome del petróleo, se devalúa nuestra moneda y se encarecen los precios de las importaciones, agregando un ingrediente adicional, que esta vez a más de golpear a la cadena arrocera pues se disparan los precios de insumos, sin bajar los de los combustibles como debería ocurrir,  y producen grave daño al consumidor a cuyo nombre se cometen buena parte de las tropelías enumeradas.

La disminución drástica de las áreas arroceras, resultante de tanto desacierto,  es un engendro innegable.

Y luego el ministro de agricultura, “buscando el ahogado aguas arriba” pretende reducir la causal de los altos precios a un simple caso de especulación. Ni bobos que fueran los colombianos para creerle.

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