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Justicia global para los caficultores

Cada vez más se oyen voces por un comercio justo en un mercado de características asimétricas.

Lo producen 50 países tropicales, que incorporan 25 millones de personas, trabajadores, medianos empresarios y minifundistas, como en Colombia, donde el 95 por ciento de las parcelas tiene menos de cinco hectáreas. El 80 por ciento producido se exporta a las grandes economías y sólo 15 por ciento con valor agregado.

Poderosas transnacionales controlan la comercialización internacional con mezclas de las cuatro variedades básicas.

La oferta es de 1,5 sacos por cada uno de consumo y, cuando mayores inventarios se trasladan a los compradores y caen las cotizaciones en las bolsas, las pérdidas corren a cargo de los productores.

El libre comercio reforzó estas tendencias. En los últimos diez años, el crecimiento medio anual de los costos de producción en Brasil fue del 8,49 por ciento, y en Colombia, 5,54 por ciento, mientras que el precio internacional promedio subió 1,45 por ciento, por lo cual el ingreso del productor depende cada vez más de las tasas de cambio. En efecto, la cotización por libra tuvo, entre 2000 y 2016, una media de 1,37 dólares, valor que -en precios de 2016- sería de 1,86, muy por encima del vigente.

La concentración en la industria mundial se incrementó: dos compañías, entre ellas JDE, compran el 20 por ciento del producto y venden el 40 por ciento del café en taza.

En Estados Unidos, tres firmas manejan el 80 por ciento del café tostado y 86 por ciento del soluble y en Alemania el 75 y el 80 por ciento. Entre tanto, los países productores reciben solo 10 por ciento del valor global de 200 mil millones de dólares, lo que vale el mercado a consumo final. Los importadores están reexportando uno de cada cuatro sacos que compran.

Contribuyó al desbalance la Resolución 420 de 2004 de la OIC, que volvió voluntario el Programa de Calidad, derogando normas mínimas obligatorias para el grano exportable adoptadas en 2002.

En 2015, apenas uno de cada dos sacos se registra en el Programa y la variedad robusta, de menor calidad en taza, con Vietnam a la cabeza, pasó en 25 años de ser el 27,5 por ciento de la cosecha mundial al 40 por ciento. El resultado del libre comercio fue rebajar el valor de la mezcla ofrecida.

El café sufre también por la crisis económica: la OIC demostró que la caída de los precios del petróleo también lo arrastra y que un dólar fuerte incide en forma negativa.

El Foro de Países Productores, convocado por la Federación de Cafeteros en sus 90 años, debe alentar la reversión de este perjudicial proceso, lo que, de no suceder, podría limitar la producción a pocos países. Los gobiernos deben asumir el liderazgo para recuperar la sostenibilidad social y financiera de sus cafeteros.

AURELIO SUÁREZ MONTOYA
Miembro de la Academia de Ciencias Económicas

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